martes, 9 de enero de 2018

Nunca pondré una Tarjeta X en mi mesa

El tema parece haber incendiado las redes sociales, con grandes defensores y detractores de la dichosa tarjeta. Como uno más, voy a dar mi opinión, que ya podéis imaginárosla y, como siempre, la caja de comentarios está abierta para quien quiera pasarse a razonar. El troleo no estará permitido, pero si tenéis opiniones distintas a la mía, por favor hacédmelas saber. Empezamos.



Aunque el blog lleva parado bastante tiempo gracias a las oposiciones, este tema me ha parecido lo bastante importante como para dedicarle una entrada. Además, tenía ganas de retomar el blog y no se me ocurre mejor tema para hacerlo que uno en el que se ha volcado la comunidad rolera.

Empiezo definiendo lo que voy a tratar. Basándome en lo que han escrito y dicho otros miembros de la comunidad, la Tarjeta X es un recurso pensado para facilitar la interacción entre jugadores y señalar la incomodidad con lo que se está narrando y haciendo en la mesa. Así, un jugador que se sienta mal por la actuación de otros jugadores o por las descripciones del máster, podrá señalar la tarjeta y pedir que la acción termine, o la descripción se suavice, o cualquier otra cosa.

Aunque de principio me pareció un sistema interesante, tras darle un par de vueltas, llegué a la conclusión de que nunca la usaría cuando dirijo en mi mesa habitual. En el Colectivo 7D7 nunca nos ha hecho falta, nunca ha ocurrido una situación en la que hayamos pedido a alguno de los máster que pare, cambie, suavice o ignore una escena. Nunca le hemos dicho a otro jugador que lo que hace nos ofende.

Aquí tenéis algunos ejemplos: una partida de EXO y una de Apocalypse World. Y hemos pasado por todas las situaciones imaginables. Desde cabrearse el máster y cortar la partida a tener que lidiar con problemas morales, interpretativos, sociales, no sólo de los personajes, sino también de los jugadores. Y todo esto con el agravante de la incorporación de nuevos miembros, los cuales casi siempre han venido para quedarse. Desde la fantasía oscura hasta el space opera, pasando por juegos simulacionistas o de terror, hemos tocado todos los géneros, con descripciones duras, con actuaciones duras, con personajes inmorales... Y nunca ha hecho falta, ni hará, una tarjeta que pida terminar con estas acciones.

Así que, como me gusta darle vueltas a las cosas, me he puesto a pensar. ¿Qué hace que no necesitemos dicha herramienta? Para empezar la confianza que dan más de tres años roleando juntos casi todos los domingos del año. Nos conocemos lo suficientemente bien como para saber qué cosas cabrean a cada cual, y cuándo estamos de humor como para aceptar las bromas y cuando no. No ha habido problema en que a mi clérigo neutral, el clérigo caótico de otro jugador le lanzase los cuartos traseros de un perro descuartizado porque el otro jugador sabe lo suficiente acerca de mí como para llevar a cabo esa acción con total confianza.
Respecto a las nuevas incorporaciones, todos han sabido de antemano cómo era nuestro estilo de juego. Quien ha venido y ha probado, ha visto cómo jugamos y qué es lo que hacemos. Hay quien no ha repetido (con toda la libertad del mundo), y hay quien se ha hecho adicto y no falta nunca. Y si ha habido problemas, tras la partida, tomando cañas, los hemos tratado y resuelto, y si hemos tenido que pedir disculpas, lo hemos hecho. Quizás no seamos gente ni realmente madura ni realmente comprensiva, pero nos conocemos y apreciamos lo suficiente como para tratarnos así.
Por eso nunca, jamás, yo utilizaría una Tarjeta X en mi mesa. Porque tengo la confianza suficiente como para admitir delante de ellos cuándo la he cagado y para decirle a otra persona cuándo la ha cagado.

Y aquí terminaría la entrada si no tuviese la intención de dirigir en las jornadas de Almería, las ExMundis (que os las recomiendo, por cierto). Ahí, todo lo anterior, todo lo que he escrito antes en esta entrada, no vale para nada.

Cuando dirigí y dirija en las ExMundis, no sabía con quién iba a tratar, no sabía quién vendría a jugar mi partida, si es que venía alguien. Y sobre todo, no tenía la intención de que nadie pasara un mal rato, ni pasarlo yo. Cuando jugué una partida de Cthulhu en estas mismas jornadas, el máster tuvo la cortesía de avisar que iba a ser especialmente descriptivo y que iba a dirigir una partida de terror, que iba a ser desagradable y yo, bajo mi responsabilidad, acepté participar (y menos mal que lo hice, o me hubiese perdido unas horas geniales). ¿Por qué no iba yo a ser igual de cortés con el resto de gente? Sobre todo, con gente que no conozco de nada.
Y es que en esa situación, no tenemos confianza, no conocemos a las personas, no nos hemos tratado lo suficiente como para saber los límites. Y me parece una buena idea, como decía Sirio Sensenra en esta entrada, establecer un "contrato" previo entre director y jugadores. En primer lugar, explicar qué elementos desagradables puede haber en la partida (y que cada cual, bajo su responsabilidad, decida si se queda a jugar o no). A continuación, dar completa libertad para abandonar la partida (si no te lo estás pasando bien, por favor, lárgate y aprovecha las jornadas; prefiero mil veces que me rompas el ritmo de la partida para irte que hacerte pasar un mal rato). Y por último, poner la Tarjeta X sobre la mesa.
Y oye, quizás yo estoy describiendo algo con lo que no puedes lidiar en ese momento, y prefiero suavizar la escena a hacértelo pasar mal, porque dirigiendo a desconocidos, quiero estar lo más cómodo posible y tu incomodidad disminuirá nuestro disfrute, el de todos. Y esa empatía, creo, es lo que hace una herramienta buena a la Tarjeta X.
Porque, paraos a pensar, ¿seríais capaces de dirigir, de verdad, a un grupo que está incómodo con vuestra partida? Yo no. Y no me vale el argumento de que el rol sirve, entre otras cosas, para hacer frente a situaciones incómodas. No es verdad. Si estoy jugando a espada y brujería no lo hago para superar mi miedo a lo que sea, lo hago porque me divierte. Si estoy jugando a La Llamada de Cthulhu, no lo hago para superar mi miedo a los peces, lo hago porque me gusta el ambiente, el misterio, etc... Para superar esas situaciones, hago terapia, voy al psicólogo, o lo que sea que tenga que hacer cuando quiero hacerlo. En el rol estamos hablando de ocio. Estamos hablando de utilizar nuestro tiempo en una actividad divertida para nosotros.
Y ahora, dadle la vuelta. ¿Habéis sido tan sádicos como para recomendarle a alguien muy sugestionable que juegue a La Llamada de Cthulhu o a algún otro juego de terror? ¿Le habéis forzado a jugar a ese juego sin que tuviese idea de si le gustaría o no? Pues la tarjeta sirve para eso mismo, para establecer un contrato de empatía entre desconocidos que no quieren hacérselo pasar mal. Quizás, al usarla, descubras algo acerca de ti mismo, como las situaciones con las que no quieras lidiar en ese momento, o con las que no puedas.
Desde luego, no es un elemento para el gusto. La tarjeta no sirve para cambiar lo que no te gusta. Sirve para garantizar una sesión agradable. Si no te gustan mis orcos sanguinarios, lo siento mucho, están ahí para que no te gusten. Al igual que el cultista sádico con sus sacrificios humanos. Y los demonios que te tientan para que vendas tu alma. Y los seres de pesadilla que pueblan nuestras partidas. Y las decisiones éticas complicadas. Lo que sí es prescindible es que yo, como director o jugador, me recree en la maldad de mi personaje, en lo abyecto de mis criaturas o en la crueldad de los PNJs. Si has aceptado que en mis partidas puedes encontrarte con eso y sigues en la mesa, aceptas que te lo vas a encontrar. Lo que no tienes que aceptar es la estética. Y me parece genial. Porque cuando llegue a mi mesa a jugar esa misma partida voy a poder hacerlo. Y si te ha gustado mi forma de dirigir, es posible que vuelvas a jugar conmigo y en mi mesa y descubras otra forma de jugar. O, a unas malas, no habrás aceptado lo que encuentras en mis partidas y te habrás levantado de la mesa, yéndote a otra partida a pasarlo bien. Que, a fin de cuentas, es la única obligación que tienes en unas jornadas y jugando a rol.


Y nada más. Espero haberos hecho reflexionar un poco. Y si no, pues ya lo siento.
No quiero terminar esta entrada sin agradecer a Sirio Sesenra la entrada que he enlazado a su blog, que es la que está a la base de la mía. Yo, con otras palabras, vengo a decir lo mismo, pero la idea es suya. Al César lo que es del César.

Un abrazo.



N.B.: ¡No se te olvide comentar antes de irte!

2 comentarios: